viernes, 25 de septiembre de 2009

POR UN PLURALISMO AGONISTICO.

Este ensayo, pretende mostrar los planteamientos de Chantal Mouffe que parten de la reflexión de las minorías, ya que lo que busca es que podamos reconocer la diferencia y construir una concepción de ciudadanía.
Como primera medida, mouffe, Argumenta a favor de un pluralismo más amplio en el campo cultural que a nivel de lo político, puesto que toma en cuenta la especificidad de la democracia moderna en tanto que nuevo régimen político que se constituye por el reconocimiento del pluralismo, ya que para ella “el pluralismo apunta a una profunda transformación del ordenamiento simbólico de las relaciones sociales”, pues lo que pretende es la emergencia de la libertad individual y de la afirmación de la libertad equitativa para todas y todos. “Desde el momento en que se percibe la democracia pluralista como un régimen cuyos principios ético-políticos son la libertad y la igualdad para todos y todas, podemos comprender el serio error que supone el principio liberal de la neutralidad del Estado. No cabe duda de que, con el fin de respetar la libertad individual y el pluralismo, un estado democrático liberal moderno no debería intentar imponer una única concepción del bien común en asuntos concernientes a los valores políticos, dado que por definición postula ciertos valores ético-políticos que constituyen sus principios de legitimidad”
De esta manera, la práctica política en una sociedad democrática no consiste en defender los derechos de las identidades preconstituidas, sino más bien en constituir dichas identidades en un terreno precario y siempre vulnerable. En este sentido, Mouffe expresa que "si aceptamos que las relaciones de poder son parte constitutiva de lo social, entonces la principal cuestión de la política democrática no es cómo eliminar el poder sino cómo constituir formas de poder que sean compatibles con los valores democráticos.
Lo que propugno es reconocer la existencia e relaciones de poder y la necesidad de transformarlas, a la vez que renunciar a la ilusión de que podríamos liberarnos completamente del poder”.

Así, Mouffe concibe a la identidad como una construcción política, como un proceso permanentemente abierto, pues para ella pluralismo, diferencia y antagonismo son los elementos fundamentales de una propuesta de democracia radical, plural y agonística.

De esta forma, Mouffe entiende la ciudadanía como “una forma de identidad política que consiste en la identificación con los principios políticos de la democracia moderna pluralista: la afirmación de la libertad y la igualdad para todos”. Según esto, la ciudadanía es un proceso por el cual yo como ciudadano, he reconocido el pluralismo, donde me he dado cuenta de mi mismo y el otro de él. Logrando con esto pasar de la enemistad al agonismo.
De esta manera, debemos reconocer la importancia de la ciudadanía no como un simple estatus legal, ni siquiera la oportunidad de influir en las políticas públicas y conseguir nuestros intereses particulares, sino como una identidad que nos permite articular nuestras pertenencias e identidades con otras múltiples comunidades, que frecuentemente son antagónicas.

De esta manera, la política exige necesariamente una apertura, pues debe llegar a un punto donde hay consenso colectivamente, para llegar a la concepción de nosotros; así es como se dice que las leyes son la expresión de lo que somos nosotros, ya que supuestamente la pactamos en nuestra lucha por el reconocimiento.

Es importante tener en cuenta que Mouffe considera que en lugar del consenso, al cual estarían fijados el racionalismo y los enfoques deliberativos, habría que conceder al conflicto una importancia central. Pero cabe resaltar que Mouffe no plantea ese conflicto como antagonismo sino como "agonismo", es decir como enfrentamiento entre adversarios pero no entre enemigos; pues ella considera que la pretensión de eliminar el conflicto y privilegiar el consenso conduce a actitudes totalitarias, ya que una política democrática debería garantizar la existencia del conflicto.

Cabe resaltar, que la autora hace una distinción entre “lo político” y “la política”, entendiendo “lo político”, como la dimensión de hostilidad y antagonismo que es una posibilidad siempre presente en toda sociedad humana, y “La política”, donde se refiere al conjunto de prácticas, discursos e instituciones que buscan establecer un cierto orden y organizar la coexistencia humana en condiciones que siempre son potencialmente conflictivas porque están afectadas por la dimensión de “lo político”; entendiendo así lo político como conflicto, siendo el motor de la política.
Es así como en el pluralismo nos hacemos diversos puesto que lo natural en nosotros es el pluralismo, por esto no hay forma de librarnos del conflicto.

Finalmente y a modo de conclusión, se debe tener en cuenta que las sociedades deben avanzar por lo tanto en la búsqueda del consenso, aquel que permita establecer las reglas de juego constitucionales que aseguran la convivencia, pero particularmente el punto de partida en el cual todos están de acuerdo. La búsqueda del consenso puede ser un acto que implique exclusión como afirma Mouffe, porque puede ser necesario el uso del poder, y por tanto, la intervención coercitiva del Estado.


jueves, 24 de septiembre de 2009

LAS RELACIONES ENTRE ESTABLECIDOS Y MARGINADOS

Este texto, se basa en una de las ideas principales que nos presenta el sociólogo Norbert Elías como lo es la exclusión y la marginalidad de Winston Parva, así como también son una constante en varios casos cercanos a nuestro entorno.

De esta manera, podemos ver como hoy día, se presentan casos de desplazamiento forzado del campo hacia las ciudades, igualmente las migraciones internacionales se han convertido en una válvula de escape a la conflictiva situación social colombiana y como en estas situaciones siempre se presenta problemas sociales al tener que enfrentar al recién llegado y cederle parte de lo que siempre han tenido los que por tradición están establecidos, pues todo lo que rodea a la ciudad, las personas, la cultura, hace parte de los que siempre han estado allí.

Así, podemos entender lo anterior con lo que nos propone Elías: “las relaciones entre los “recién llegados” y las personas establecidas, son un tipo de relación de poder y de desigualdad que se funda en la cohesión grupal y monopolio de los recursos del territorio que tiene uno de los grupos en relación con el otro”.

De esta manera, también es muy común ver como las personas de descendencia afro son considerados inferiores porque el color de su piel es diferente de los establecidos, pues este racismo cotidiano afecta de manera continuada a los miembros de minorías, de modo que la desigualdad se acrecienta y se convierte en un sistema masivo de opresión psicológica y social.

Otro caso son los indígenas que son considerados inferiores, ya que su cultura no tiene cabida entre los grupos establecidos; de esta manera es como su condición de marginados frente al grupo de los establecidos los lleva a crear ideas de grandes brechas que los diferencian.

Con lo anterior, nace un gran interrogante ¿Cómo hace una sociedad en iguales condiciones para generar unas personas inferiores y otras superiores?, ya que es evidente que siempre y cuando se presente una relación entre establecidos y marginados se presentaran los sentimientos de superioridad e inferioridad frente al grupo diferente, así podemos entender que el problema de la discriminación no es social sino psicológica.

Por otro lado, Según Elías, estas relaciones antes mencionadas, se caracterizan porque los grupos establecidos utilizan todos sus medios a favor, además de los materiales y económicos para mantener y ampliar su posición de privilegio en las dinámicas de reproducción social.

Según esto, los grupos establecidos se caracterizan por “poseer mayores niveles de cohesión social que les permiten ejercer un poder simbólico (el estigma) sobre los marginados, mientras que estos últimos son grupos sociales de reciente formación o que sufren la falta de mecanismos concretos de integración social, bien sea por la incidencia de los grupos establecidos, por su dispersión orgánica, o por las relaciones mismas que se establecen en el proceso de interacción recíproca entre individuos y grupos sociales”. Desde esta perspectiva, las relaciones entre los grupos establecidos y marginados se inscriben en una dinámica social no planeada, es decir, en una dinámica en la que ninguno de los participantes del juego tiene la completa capacidad de direccionar el proceso de cambio social en su conjunto.

De otra manera, se puede hacer referencia en lo que atañe este tema a los estados liberales, ya que para estos, primero está la propiedad (lo material), y después la vida, puesto que si se tiene en cuenta que “las disputas entre las poblaciones adscritas al liberalismo y aquellas de posiciones conservaduristas, no es otra forma de hallar una disputa entre marginados y establecidos”. Pues mientras los primeros se movilizan, actúan y abrazan aquellas ideologías (en este caso el liberalismo) que les permiten acceder a espacios de participación y representación, los segundos hacen todo lo posible por avalar aquellas ideologías de poder y liderazgo que les permiten mantener un alto grado de organización interior y representación exterior alcanzado por la tradición.

Finalmente, se puede decir que a partir de experiencias comunes, de modos de vida y de rasgos culturales, cada sociedad o grupo social va diagramando códigos comunicativos, estructuras de significación, al igual que una escala de valores y atributos que definen lo que es normal y deseable para el grupo, puesto que lo que nos une a todos es algo colectivo y son las representaciones sociales. Es así como éste señala un canon de normas comunes, que circunscriben un modo de vida válido y deseable para sus miembros. Estas concepciones culturales se incorporan como sentido común, estableciendo así una hegemonía de la normalidad.

Esas características designadas sobre el otro, que lo convierten en alguien distinto al nosotros que tenemos internalizado, características que generalmente son llevadas como marcas en el cuerpo, son comúnmente llamadas como marca de inferioridad o de superioridad, que es el sello donde una persona se identifica para otras personas.

Para concluir y dar a entender lo anterior, podemos citar a Elías cuando dice queEs así que en todas las sociedades, se encuentran a disposición de sus miembros, toda una gama de expresiones para estigmatizar a otros grupos, que adquieren su sentido como tales solamente en el contexto de relaciones específicas de establecidos y marginados”

jueves, 17 de septiembre de 2009

LIBERALISMO Y LA ANULACION POLITICA: LA PERFECTA UTOPIA LIBERAL.

Este escrito, pretende partir de la idea central que nos presenta Tobar, proponiendo una reflexión en como el liberalismo asume la política en aras de la convivencia en la diferencia, y de esta manera presentar el principal problema de la política que para este son las desigualdades armoniosas.

De esta manera, Tobar propone que el liberalismo con su forma de asumir la política, no logra generar transformaciones en pro del reconocimiento de la diferencia, ya que para él, el liberalismo soluciona el problema con las identidades colectivas privatizándolas, ya que es la única forma de lograr la convivencia política.

Igualmente, en el texto se hace una diferencia entre lo político y la política, entendiendo lo primero como conflicto, y donde la política es vista como un consenso; así, el liberalismo evade lo político en tanto que asume que la política es una doctrina comprehensiva inscrita en una forma particular de moralidad.

Por otra parte, se podría decir, que para el autor existe una diferencia entre lo que es la libertad de los antiguos y la de los modernos, ya que en la sociedad de los modernos se permite ver los modos en que la consigna social cambia siendo los individuos los que determinan la sociedad, y donde el sentido que se tiene ahora de libertad tiene que ver con el espacio en el que los planes de vida personales pueden ser objeto de libre elección, donde el estado se compromete con la protección de los derechos y los intereses civiles.

Por otro lado, para Tobar, la manera como el liberalismo le apuesta a la juridizacion antes que a la confrontación en la esfera pública, es vista como “la perfecta utopía liberal”, donde una utopía puede representar un designio racional de sociedad, elaborado por alguien que cree conocer lo que es mejor para todos y se arroga, así, el derecho de hablar por los demás. Así, esta será elaborada siempre con el limitado entendimiento de quien sólo conoce sus deseos y sus necesidades y con la comprensión parcial o equivocada que el autor tenga acerca de los complejos asuntos humanos.

De esta manera, según Tobar, “la perfecta utopía liberal” consiste en sacar las discusiones de la plaza pública y remitirlas a los jueces, para que sea la ley la que determine el reconocimiento de los derechos, así, en la perfecta utopía liberal se da la idea de que todo puede ser resuelto por la vía del consenso.

Partiendo de lo anterior, se podría dar paso a las desigualdades armoniosas, vista como una constante social que está fundamentada en la justicia y donde nuestra identidad es configurada en ésta, ya que tobar lo plantea como: “las desigualdades armoniosas son el camino para imponer la justicia sobre todas aquellas circunstancias que han generado una vulneración de la dignidad y, por consiguiente, han sedimentado la marca de inferioridad en los colectivos identitarios”; fundamentando así las desigualdades armoniosas como el principal problema de la política.

Con lo anterior, se podría decir que las desigualdades armoniosas nos permiten referirnos a los efectos psicológicos derivados de la marginación que cobran gran visibilidad en las dinámicas de subordinación social; siendo de esta manera, en los estados liberales contemporáneos donde se establece una aceptación incondicional de aquellas condiciones que, siendo desiguales, son aceptadas sin crítica alguna porque ya hacen parte de la cultura; es decir, frente a las desigualdades de género, etnia y orientación sexual, entre otras, ya que la primacía del derecho sobre el bien no puede dar cuenta de la marca con la que deben vivir las personas que se inscriben en la desigualdad armoniosa.

De esta manera es como el autor argumenta que las desigualdades armoniosas se han convertido no sólo en costumbre sino también en hábitos, puesto que se hacen propias de cada ser humano y de esta forma configurándose en un estilo de vida, haciendo que las personas vivan con desigualdades pero sobretodo en la injusticia, cerrándose con esto a generar apertura hacia la reivindicación política, puesto que cualquier tipo de crítica, a sus modos de vida, es sentido como una amenaza a sus culturas y tradiciones.

finalmente, y siguiendo la idea de Tobar, se podría decir que para el liberalismo, la vida en común en medio de la diversidad se convierte en un problema ético-político de muy difícil solución porque “toda forma de igualación de los individuos afecta las identidades grupales; en segundo lugar, porque todo intento por preservar a los grupos limita las libertades de los individuos; en tercer lugar, porque toda demanda de justicia afecta a los grupos y a la sociedad política en general; y, finalmente, porque toda petición de reconocimiento tiene que ser políticamente viable en el ejercicio del consenso que involucra a otros grupos”. Así es como Todo tipo de convivencia en la diferencia, si es injusta, genera una desigualdad armoniosa.